Este año, el Nobel de Medicina o Fisiología fue
entregado a Bruce A. Beutler (EEUU) y Jules A. Hoffmann (Luxemburgo) por
sus descubrimientos concernientes a la activación de la inmunidad
innata y a Ralph M. Steinman (Canadá) por el descubrimiento de las
células dendríticas y su rol en la inmunidad adaptativa.
Estos
descubrimientos han permitido entender cómo se defiende nuestro
organismo ante el ataque de diversos agentes infecciosos. Beutler &
Hoffmannn descubrieron las proteínas receptoras que reconocen a los
microbios y activan la inmunidad innata, que es el primer paso en toda
respuesta inmune. Steinman, por su parte, descubrió las células dendríticas
y su capacidad única de activar y regular la inmunidad adaptativa, el
segundo paso y el más largo de toda respuesta inmune ya que se debe
garantizar que el microorganismo sea eliminado del cuerpo y no vuelva a
entrar más adelante. Pero, ¿qué son la inmunidad innata y la adaptativa?
Vivimos
en un mundo peligroso, amenazados constantemente por una gran cantidad
de microorganismos patogénicos —virus, bacterias, hongos, helmintos y
otros parásitos—, muchos de ellos mortales. Sin embargo, nosotros no
estamos indefensos, contamos con un mecanismo de respuesta sumamente
poderoso. En la primera línea de defensa tenemos a la inmunidad innata,
quien es la responsable de destruir a los microorganismos invasores una
vez ingresen a nuestro cuerpo, activando procesos inflamatorios que es el lugar donde se librará la batalla y se contendrá al enemigo.
Pero
muchas veces nuestra inmunidad innata no puede contener el ataque de
los microbios, así que en este momento entra en acción la inmunidad
adaptativa. Las células B y T se activan y empiezan a producir los anticuerpos que reconocerán y marcarán a los agentes infecciosos para que puedan ser identificados por las células asesinas naturales
quienes las destruirán. Después de salir vencedores, el sistema inmune
debe “recordar” de alguna forma quién fue el responsable de este ataque,
para ello crea una memoria inmunológica facilitando el reconocimiento
del agente infeccioso la próxima vez que quiera irrumpir nuestra
tranquilidad.
Si
bien es un mecanismo de defensa eficiente, éste debe ser capaz de
reconocer quiénes son los agentes infecciosos y quienes no, ya que
podrían activarse y matar a nuestras propias células generando así las
conocidas enfermedades autoinmunes, por ejemplo: el lupus.
Jules Hoffmann,
en 1996, fue el pionero en investigar cómo se activa la respuesta
inmune a través del estudio del mecanismo de defensa de la mosca de la
fruta. Hoffmann y sus colaboradores les mutaron diferentes genes y
probaron si su respuesta inmune se veía afectada o no. Cuando el gen
Toll era mutado, la mosca perdía su capacidad de respuesta ante la
infección de hongos y bacterias y finalmente moría. Fue así que
descubrió la importancia de los receptores tipo Toll (TLR) en la activación de la inmunidad innata gracias a su capacidad para detectar la presencia de los agentes infecciosos.
Bruce Beutler, por su parte, se dedicó a buscar la proteína receptora que reconocía y se unía a los lipopolisacáridos
(LPS), unas moléculas producidas por las bacterias Gram negativas y que
son responsables del choque séptico. En 1998, Beutler y sus
colaboradores descubrieron un ratón que era resistente a los LPSs. Al
analizar su perfil genético identificaron una mutación en un gen similar
al Toll de la mosca de la fruta. Cuando el TLR no estaba presente (TLR
mutante), el ratón era insensible al LPS y no generaba una respuesta
inflamatoria ni el choque séptico que se da cuando la concentración de
LPS son muy altas. De esto pudo deducir la importancia de los TLR en los procesos inflamatorios y que los mamíferos y la mosca de la fruta usaban las mismas moléculas para activar la inmunidad innata.
A
partir de ahí empezaron a aparecer un centenar de estudios relacionados
con la inmunidad innata, cada año se descubrían nuevos TLRs tanto en
ratones como en humanos, cada uno con la capacidad de reconocer
distintos tipos de moléculas comunes en muchos agentes infecciosos.
Individuos con mutaciones en estos genes veían afectado su sistema
inmune, aumentaban su riesgo a contraer infecciones y algunas veces
sufrían de inflamaciones crónicas.
Sin embargo,
por raro que parezca, la inmunidad adaptativa fue descubierta casi 20
años antes de los trabajos de Beutler y Hoffmann. En 1973, Ralph Steinman
descubrió un nuevo tipo de células caracterizada por tener muchas
ramificaciones por lo cual las llamó dendríticas. Él sospechaba que
estas células cumplían un rol importante en la respuesta inmune a través
de la activación de las células T, encargadas de matar a los agentes
infecciosos y generar la memoria inmunológica. Usando cultivos
celulares, Steinman y sus colaboradores demostraron que la presencia de
las células dendríticas eran necesarias para la activación de las
células T, un descubrimiento que en ese entonces fue visto con bastante
escepticismo.
Más adelante, Steinman y sus
colaboradores respondieron a una de las preguntas más intrigantes de la
inmunología de ese entonces, ¿cómo hacía el sistema inmune adaptativo
para decidir si activarse o no ante la presencia de diferentes
moléculas?. Steinman demostró que las células dendríticas se activaban
al reconocer las señales liberadas por la inmunidad innata, de esta
manera, ponía a las células dendríticas como el punto de conexión entre
la inmunidad innata y adaptativa.
Ahora
vemos la importancia de estos trabajos y sin dudas el Nobel para estos
tres investigadores en merecido, claro que hay muchos investigadores que
también han hecho importantes aportes y descubrimientos en el campo de
la inmunología, pero fueron estos tres descubrimientos la clave de todo
lo que ahora se conoce sobre la activación y regulación del sistema
inmune.
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