El bostezo, considerado por mucho tiempo un signo de aburrimiento o cansancio, puede ser una vía de nuestro organismo para controlar la temperatura del sistema nervioso.
Estudios realizados indican que tenemos una mayor tendencia a
bostezar cuando el calor del medioambiente es menor que el corporal.
Relación entre bostezo e invierno
Cuando bostezamos se produce un intercambio de calor con el aire del medio circundante. Durante el invierno, las temperaturas son frías, por lo que el acto de bostezar favorece la termorregulación, o sea, el enfriamiento del cerebro.
Dicho proceso es una consecuencia del aumento del flujo sanguíneo al estirarse la mandíbula y de la contracorriente de aire ambiental que penetra cuando inhalamos profundamente.
Ventana termal
Según esta hipótesis, el bostezo en ambientes cálidos es
contraproducente pues tomar un aliento de aire caliente no promovería el
enfriamiento.
Por esa razón, debe existir una "ventana termal" o rango de temperaturas en los cuales se produzca la mayor tasa de frecuencia de bostezos.
Tiempo de exposición
Todo parece indicar que el bostezo se relaciona con la longitud de tiempo que una persona pasa expuesta a determinadas condiciones medioambientales.
Mientras más tiempo se encuentra una persona expuesta a temperaturas
altas, menos es la frecuencia con la cual se producen en ella los
bostezos.
Por el contrario, en el invierno un individuo que esté bajo condiciones de temperatura muy fría por mucho tiempo, tendrá mayores probabilidades de bostezar.
Aplicaciones
Entender la función termorreguladora del bostezo no sólo tiene implicaciones desde el punto de vista fisiológico, sino que enriquece el estudio de distintas enfermedades como la esclerosis múltiple y la epilepsia, entre otras, cuyos pacientes bostezan frecuentemente y tienen problemas severos de disfunción térmica.
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